“Ya no la volveré a molestar, jamás, se lo prometo, pero por favor óigame usted: aquí en este lugar le quiero pedir perdón, perdón por todo, perdón por quererla…pero yo no tengo la culpa de sentir lo que siento por usted. Me han dicho que no tengo derecho a enamorarme, y menos de una persona como usted, porque soy como soy y ni yo mismo se como iré a acabar, pero el corazón no sabe de eso…”
México en aras de la revolución, una señorita de pueblo mimada y soberbia que nunca había amado a un hombre, hasta que llega el general José Juan Reyes (Pedro Armendaríz), un rebelde que toma la conservadora ciudad de Cholula y confisca los bienes a los ricos. Un hombre recio que se enamora pérdidamente de Beatriz Peñafiel (María Félix).
Pasiones exacerbadas y una fotografía impecable típicas del Indio Fernández, María Félix (La Doña), el ícono más bello que ha tenido México, la leyenda de impresionantes ojos perfectamente plasmados en un close up con la música de fondo de Malagueña salerosa.
Una mujer que desprecia al general, luego despierta en ella una curiosidad inmensa…hasta darse cuenta de que sin ese hombre no puede vivir, un epítome del cine mexicano donde nos muestran al macho y nuestra cultura en todo su esplendor.
Pistolas, tequila, religión y guerra, algo muy marcado en la época de oro de nuestro cine nacional, un cortejo amoroso que va desde la clásica persecución, hasta la hermosa serenata al pie del balcón.
El climax del film después de la iglesia, él le ruega por última vez, y sólo basta ver sus ojos para saber que ella siente lo mismo aunque el orgullo no la deje…la boda de Beatriz con un extranjero: perlas tiradas, música revolucionaria, un padre celestino que ayuda a la unión de Beatriz con el revolucionario…un loco amor que muestra a la Adelita soldadera como la mujer que no se doblega ante un hombre, sino ante una causa.
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