“Tengo necesidad… de velocidad” –
Maverick y Goose, Top Gun.
Es el ejemplo de lo que toda cinta clásica de acción debe ser. Está protagonizada por Tom Cruise, cuando esté estaba en su mejor momento. Mucho antes de adquirir una actitud pretenciosa sobre sus papeles, en una época en dónde su nombre ya era reconocido y él desbordaba una confianza y actitud a momentos arrogante que le sentaban perfectamente con su imagen de chico bueno que puede ser muy malo si lo provocas. Era una nueva versión del “Rebelde sin Causa” de James Dean.
Por si fuera poco, la cinta estaba producida por el mógul de los éxitos taquilleros, Jerry Bruckheimer. Y la dirigió el talentoso Tony Scott.
La trama es sencilla: Pete Mitchell (Cruise) es un teniente rebelde y arrogante de la Naval de Estados Unidos - apodado Maverick - que quiere convertirse en el mejor piloto de aviones de guerra. Su actitud le gana una reputación de “chico malo” pero su talento le permite avanzar rápidamente. Se siente atraído por una de sus instructores, la astrofísica Charlotte “Charlie” Blackwood (Kelly McGuillis) y a pesar de los inconvenientes, se propone conquistarla.
Hasta aquí la trama pareciera ser buena cómo para sostener una cinta de acción con muchas escenas dinámicas, con efectos especiales y frases trilladas, además de situaciones llenas de adrenalina y las esperadas acrobacias con aviones de guerra. Pero hay mucho más.
Justo a la mitad de la película, una vez que nos hemos relacionado con los personajes, hay un inesperado giro de tuerca que replantea toda la situación. Maverick recibe un gran golpe emocional y mental que lo lleva a cuestionar sus verdaderos motivos y su actual actitud de vida. Pareciera un cliché, y probablemente lo sea, pero la actuación de Cruise y de sus co protagonistas: McGuillis, un muy joven Val Kilmer, Anthony Edwards – mejor recordado por su papel cómo el Dr. Greene en la serie ER- y Tom Skerrit, hacen que la cinta se convierta en una épica historia moderna de acción, que puede disfrutarse aún 20 años después.
Cabe resaltar la excelente banda sonora, de dónde se desprendió la canción “Take My Breath Away” de la agrupación Berlín que todavía se escucha en los recuentos de éxitos musicales. Harold Faltermeyer fue el responsable de la música en general y junto con Bruckheimer y Don Simpson colaboraron para producir otros soundtracks exitosos como Flashdance. La banda sonora se mantuvo 5 semanas al tope de las listas Billboard de ese año.
Ganó varios premios, sobre todo por su edición, efectos especiales y su música y a pesar de que la producción costó 15 millones de dólares – que para esa época era una cantidad inaudita– recuperó la impresionante cifra de más de 350 millones de dólares en taquilla a nivel mundial.
La cinta ha sido recreada, homenajeada, copiada, imitada pero jamás igualada. Forma parte de una generación de cinéfilos quiénes todavía recuerdan los diálogos, forma de vestir y la actitud de Maverick o de Goose. Tanto éxito tuvo que hubo un aumento en el número de aplicaciones para enlistarse en el ejército de Estados Unidos.
Así ocurre con algunos filmes, se convierten en parte de la cultura popular y - por lo menos en caso de Top Gun – dejan de ser modas para ser clásicos instantáneos.
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