"La muerte no es un dolor mayor al de una vida vacía" - El Rey y Yo .
Ana es una maestra galesa conservadora, idealista y optimista, quién llega en el papel de maestra de la corte a la tierra de Siam liderada por el temido rey Mongkut quién decide que 15 de sus hijos deben prepararse para los retos que enfrentarán ante la posibilidad de que su país sea absorbido por la inminente globalización del siglo XX. A pesar de tener ideas un tanto progresistas, Mongkut no puede negar del todo las tradiciones que le han dado estabilidad por siglos a su pueblo. Aunque nunca lo exterioriza, el amor entre los dos protagonistas es inminente, pero también lo es su independencia.
Encontramos en este caso, una película musical en dónde el talento de los actores y del director le dan peso a la parte dramática, pero la música se convierte en un protagonista más, en la forma de navegar por temáticas espinosas. En combinación, el sabor de boca que nos deja la cinta es uno agradable e intenso: primero por ser una comedia entretenida con toques de drama, y segundo porqué nos hace reflexionar, aunque brevemente, sobre la importancia de mantenerse fieles a uno mismo y a la vez flexibles ante los cambios inminentes.
Es un filme con muchas pistas simbólicas, y mucho más profundo de lo que se le da crédito. Y también genera placer al verlo. Esas escenas entre Kerr y Brynner - bailando la polka, mirándose, riendo, discutiendo o al tomarse de la mano- son memorables.
La novela ha sido traducida a docenas de idiomas y adaptada incontables veces para teatro, musicales, televisión y cine. Sin embargo, es esta cinta, la de 1956, la que se toma como referente sobre esta historia. Inicialmente fue un libro biográfico de Margaret Landon inspirado en las memorias de Anna Leonowens, quién fuera tutora de los hijos del rey Mongkut de Siamen la década de 1890. Después Richard Rodgers y Oscar Hammerstein lo convirtieron en un exitoso musical.
Y fue el director Walter Lang quién se dio a la tarea de llevarlo de esta manera a la pantalla grande. Para ello, reclutó a las figuras del espectáculo más aptas - al menos en imagen - de esa época: la fantástica y siempre sub valorada Deborah Kerr en el papel de Ana y al legendario YulBrynner en el rol de rey. Los acompañaría una de las mujeres latinas más reconocidas enHollywood, Rita Moreno, interpretando a Tuptim, la nueva esposa del rey y quién sirve devínculo conductor para resaltar las grandes diferencias ideológicas entre la cultura occidental -representada por Ana - y la oriental considerada cómo "bárbara" - representada por Mongkut.
A diferencia del teatro musical, en dónde la voz es lo que más cuenta, en la versión fílmica Langse encargó de mostrar las imágenes de manera clara, definiendo así estas diferencias evidentes que son el motor de la historia. Es por eso que las voces de los actores en las canciones fueron dobladas, aunque en ese momento no se reconoció cómo tal. De hecho, en un principio el estudio estaba escéptico de contratar a una actriz que no podía cantar, pero el mismo Yul Brynnerpresionó para el rol fuera para Kerr.
El resultado es fantástico, pues la química en pantalla entre los dos protagonistas es natural y permite que la historia fluya, que los diálogos sean transmitidos con precisión y claridad y las interpretaciones sean de lujo. Fue por eso que ambos - Brynner y Kerr - recibieron nominaciones al Oscar, siendo el primero quién se alzó con la estatuilla en su categoría.
La diversión la encontramos en las melodías, que se han convertido en parte de la cultura popular por sí solas, y las reflexiones las descubrimos en la forma tan cómica de mostrar cómo es que otras culturas comprenden a los occidentales, en este caso a los ingleses, criticándolos a la vez que tratan de imitarlos. Sin duda, ésta es una temática que nunca pasará de moda.
Y para las nuevas generaciones, Ana y el Rey se mantiene cómo una piedra angular en la historia del cine: demuestra qué las adaptaciones literarias y teatrales pueden ser exitosas si se antepone el talento; pero más que eso, nos enseña que el cine también puede ser crítico, sin ser obscuro o deprimente. La comedia, cómo dirían los grandes del género, es cosa seria.
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