27 de agosto de 2010

My Fair Lady de Moss Hart (1964)


“Bueno, tiene mi voz en su fonógrafo. Cuando se sienta solo y esté sin mí, puede reproducir la grabación, pues no tiene sentimientos que pueda herir”. – Eliza Doolittle.

Estamos ante una cinta icónica. Lo sabemos por qué están en pantalla dos estrellas de la talla de Audrey Hepburn y Rex Harrison. A eso le sumamos los 8 Premios Oscar que se llevó incluyendo Mejor Película, Director, Actor, Fotografía, Sonido, Música Original, Dirección de Arte y Vestuario. Y por si fuera poco lo anterior, la historia está inspirada en una publicación de George Bernard Shaw y fue las últimas cintas que dirigiría el legendario George Cukor.

Pero, la verdadera grandeza de ésta película, está en su esencia – que tantas veces han intentado recrear- , en su historia simple y en el carisma de su protagonista.

El filme es una adaptación de la obra de teatro, que tuviera como protagonista a una joven Julie Andrews en Londres, razón que hizo dudar a Hepburn de si debía o no tomar el papel, pues según sus palabras Eliza le pertenecía a Julie más que a ella. Finalmente la convencieron y junto con el cast original de la puesta en escena, se filmó e hizo historia en Hollywood.

Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) es una vendedora de flores londinense que “machaca” el idioma inglés, al más puro estilo Cockney, lo que marca aún más las diferencias sociales en la sociedad de Londres. Su ininteligible pronunciación atrae la atención del Profesor Henry Higgins (Rex Harrison), quién le apuesta a su amigo el Coronel Hugh Pickering (Wilfrid Hyde-White), que puede transformar a la pobre, analfabeta y mal educada florista y hacerla pasar por una duquesa en el baile de la embajada, en presencia de miembros de la realeza y la alta sociedad de la época.

¿Les parece conocida la temática? Ésta fue la cinta que inauguró este tipo de historias, que en su adaptación resultaron en cintas cómo Pretty Woman (1990) o She’s All That (1999).

La actuación de Hepburn es fenomenal, memorable y nos muestra su talento para la comedia física y su carisma en pantalla en su máxima expresión. Y sus compañeros de reparto sencillamente brillan junto a ella. Rex Harrison, venía de interpretar a Julio César en Cleopatra (1963) con Elizabeth Taylor y en esta ocasión nos presenta a un egocéntrico, elitista y orgulloso profesor de lingüística inglesa que considera que tiene el poder del cambio a través del aprendizaje y la correcta pronunciación.

La cinta resulta en una gran metáfora de ese momento de transformación al que todos nos enfrentamos en varias ocasiones a través de nuestra vida, sobre las decisiones que competen estos cambios y el hecho de que no puedes convertirte en algo que realmente no eres.

Doolittle no solamente vive una transformación física y mental, sino que se revela cómo la gran heroína, pues al final, el mismo Higgins le expresa – muy a su estilo – el gran vacío que tenía en su vida hasta antes de conocerla. Pero el momento más melodramático, aquel que permite asentar la historia, es cuando Eliza se da cuenta que ha perdido su lugar en el mundo: no pertenece en su viejo barrio – en dónde todavía vive su padre - ni en una mansión – al lado de Higgins – fingiendo ser otra persona.

La cinta es por demás recomendable, para todos aquellos que gusten de las comedias románticas, y sobre todo de los musicales. La obra musical, Mi Bella Dama, ha sido adaptada y presentada en por lo menos una docena de idiomas alrededor del mundo. Le causó gran malestar a Hepburn el que los estudios decidieran no usar su voz y contratar a una cantante profesional, y probablemente esto fue lo que le costó el premio Oscar, pero su interpretación lo compensa.

Tan aclamada es la historia, que pronto veremos una readaptación, según se rumora, protagonizada por Keira Knightly y Daniel Day Lewis bajo la pluma de Emma Thompson. Esperemos que le haga honor a su antecesora.

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