Un alter ego sublevado, actores temperamentales que hacen destrozos tras bambalinas con una cara surrealista es lo que nos regala Birdman. Alejandro González Iñárritu apostó por un guion completamente diferente a sus otras entregas, lo cual demostró que no está encajonado, sino que además, ya no depende de la creatividad de Arriaga como muchos auguraron.
Un hombre acostumbrado a los reflectores gracias a la máscara de súper héroe se enfrenta a su peor crisis existencial: ¿realmente soy buen actor o fui producto de la mercadotecnia? Un hombre que probará su talento en el teatro, el más puro escenario para demostrar de qué estas hecho, el único lugar donde no te adulan, donde no hay ediciones, donde los críticos te destrozan, donde tú voz y tú presencia se deben hacer notar.
Birdman es una oda al teatro, una crítica al cine comercial estadounidense que realmente deja ver con su cachetada de realidad: Hollywood es un asco prefabricado, dónde lo único que importan son las ventas y no el verdadero arte.
¿Le darán por esta crítica nada nacionalista y besa traseros el Oscar a mi negrito? Esperemos que sí, lo cierto es que Birdman es una locura bien escrita y dirigida, impevable fotografía (otra vez) del chivo Lubeski, con un humor negro que te llevará tras bambalinas, te enloquecerá y te reafirmará cinéfilo, tu amor por el más puro de las siete bellas artes: el teatro.
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