Esta semana en el Blog daremos un giro inesperado a las notas de cine para dar paso al trabajo de una nueva promesa del guionismo mexicano en forma de poesía, un texto exquisito que no podrán perderse e incluso, dedicárselo a su musa, disfrútenlo:
La Hoguera
por Ricardo Ostos
Yago sobre mi cama, envuelto en la noche,
la soledad es mi única compañera,
no dejo que se vaya, pero no quiero que se quede.
Mil y un pensamientos rondan mi cabeza,
Historias que se han contado, e historias que no se han pronunciado.
Recuerdo de infancia, pensamientos de futuro;
La marca de inicio ha quedado muy atrás,
pero sigo sin poder visualizar la meta,
si es que existe alguna.
Siento como mis pies comienzan a arder en llamas,
la oscuridad va menguando, pero yo sigo ahí.
Mi cabeza dice que corra, que me aleje;
pero mi cuerpo no reacciona.
Soy combustible para ese fuego.
Pese al dolor que siento, mi rostro crea una sonrisa,
El fuego se extiende por mis piernas, y no se detiene.
La habitación se ilumina con el fuego azulado,
el reflejo de las llamas, danzan sobre las paredes,
sobre los muebles, sobre el techo.
Ahora mis manos se han unido a mis piernas,
desvío la mirada hacia ellas y me pierdo en las llamas.
Dentro de ellas, una bailarina me tienta,
me dice que la acompañe.
por Ricardo Ostos
Yago sobre mi cama, envuelto en la noche,
la soledad es mi única compañera,
no dejo que se vaya, pero no quiero que se quede.
Mil y un pensamientos rondan mi cabeza,
Historias que se han contado, e historias que no se han pronunciado.
Recuerdo de infancia, pensamientos de futuro;
La marca de inicio ha quedado muy atrás,
pero sigo sin poder visualizar la meta,
si es que existe alguna.
Siento como mis pies comienzan a arder en llamas,
la oscuridad va menguando, pero yo sigo ahí.
Mi cabeza dice que corra, que me aleje;
pero mi cuerpo no reacciona.
Soy combustible para ese fuego.
Pese al dolor que siento, mi rostro crea una sonrisa,
El fuego se extiende por mis piernas, y no se detiene.
La habitación se ilumina con el fuego azulado,
el reflejo de las llamas, danzan sobre las paredes,
sobre los muebles, sobre el techo.
Ahora mis manos se han unido a mis piernas,
desvío la mirada hacia ellas y me pierdo en las llamas.
Dentro de ellas, una bailarina me tienta,
me dice que la acompañe.
Niego con la cabeza, me da miedo ir a ese lugar,
siempre he estado buscando ese lugar,
pero hasta ahora me di cuenta de ello, y no se que hacer.
Mis brazos arden en llamas, y rápidamente mi pecho se une.
Siento como mi corazón se enciende, un calor que no creí existiera.
Solo mi cabeza queda libre del fuego, esta se resiste;
es conciente de lo que puede pasar y no desea jugar con el destino.
Todo el cuerpo ha cedido ante las llamas,
pero la cabeza piensa por su cuenta.
Ahora la bailarina danza sobre mi pecho,
observó como sus brazos se balancean,
al compás de una canción que no logro escuchar.
Sus ojos brillan y me miran fijamente.
Abre la boca y me dice algo, no escucho sus palabras,
pero se que dijo. “Déjate llevar”. Solo fueron dos,
solo dos palabras, que permitieron a mi cabeza
unirse a todo mi ser.
Vuelvo a ser uno solo, mi cuerpo arde,
pero mi ser se encuentra al lado de la bailarina.
Ella me guía en ese baile, un baile final.
Sin dejar de movernos en esa danza ardiente,
tomo su cabeza entre mis manos y la beso.
Siento el sabor del fuego, mi interior arde distinto a mi exterior,
sus brazos llameantes tocan cada parte de mi ser,
yo hago lo mismo con el suyo.
Mientras nos fundimos en una sola llama.
Abro los ojos y el día ha llegado,
sigo en mi cama, pero una llama en mi interior está presente.
Desvío mi mirada a mi lado, en la cama.
Ahí se encuentra mi bailarina, mi resplandor, mi diosa.
Nos hemos encontrado sin saber como ha pasado.
Acerco mi rostro a su pelo, lo huelo,
bajo un poco y le doy un suave beso en la boca.
Al separarme, ella sonríe;
levanto la mirada y me encuentro sus ojos,
unos ojos que me funden, y han hecho de mi otro ser.
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